En su colaboración “Bala de terciopelo», la comunicóloga Ana María Olabuenaga comenta que no existe mandatario en el mundo que al poner la cabeza en la almohada no pierda el sueño pensando en su legado grande, pequeño, torcido o monstruoso, no importa.
Es su legado.
¿Cómo protegerlo? ¿Cómo lograr que nadie lo lastime? Ponerlo entre algodones, envolverlo en plástico burbuja. Quizá por eso el Presidente regresó con tanta fuerza y beligerancia la semana pasada después de su enfermedad. Estar postrado debió haberle evidenciado que todo, algunas veces sin que uno mismo pueda evitarlo, acaba.